Existe una enfermedad mental que es conocida (a la par que temida) por absolutamente todo el mundo: ya le preguntes a un adolescente, a un adulto o a un anciano y sea éste de la punta del mundo que sea: se trata de la depresión.
Es tal su repercusión que ha sido llevada al cine en millones de ocasiones, siendo proporcional la cantidad de temáticas en torno a ésta versus otras patologías, a la existencia de la misma en la vida real.
Pero, como sabemos, el cine no deja de ser cine por mucho que se aproxime a la realidad. Y quizás, la imagen que más nos ha llegado de personas que sufre esta enfermedad es la de individuos solitarios, que se pasan el día llorando y que reconocen en sí mismos un estado de profunda tristeza.
Desde luego así es muchas veces, pero deja fuera una serie de “caras” de la depresión que son tan importantes como la imagen habitual que se nos viene a la mente.
¿Qué es depresión?
Si hacemos alusión a la misma de forma técnica y con la responsabilidad que requiere, la depresión es una patología emocional que se caracteriza por bajo estado de ánimo, desesperanza generalizada e incapacidad para disfrutar de las cosas.
Debemos remarcar el hablar con responsabilidad de la misma porque se trata de una epidemia en el sector de la salud mental. Actualmente, se estima que cuatro millones de personas la padecen sólo en nuestro país. Existiendo cifras alarmantes desde edades muy tempranas. Y si traducimos estos datos al número de intentos de suicidio y suicidios consumados por la relación directa que tienen con esta enfermedad, se nos ponen los pelos de punta.
¿Conceptos erróneos? ¿Exceso de usar el término “depresión”? ¡Ambas!
Seguro que has escuchado en numerosas ocasiones a personas cercanas e incluso a ti mismo con frases del tipo: “Estoy muy depre hoy” o afirmarlo con otra persona: “Fulanito tiene depresión, lleva una temporada horrible”.
La tristeza, a pesar de ser la emoción nuclear de la depresión, no lleva a ésta de forma obligatoria. De hecho, podemos estar tristes por multitud de cosas: un despido, un fallecimiento, una ruptura, la no adaptación a tu nueva ciudad… e incluso llevar una temporada así y, de nuevo, no podemos catalogarlo de depresión sin una evaluación pertinente y profesional. Pero es que, si aún vamos más allá, en numerosas ocasiones la tristeza ni siquiera es auto percibida por la persona.
Seguramente y si te sientes triste desde hace bastante tiempo, en tu necesidad de respuestas y sobre todo de cambio, hayas encontrado en internet diferentes test o pruebas. Las pruebas estandarizadas y sin ningún tipo de guía profesional, única y exclusivamente te indican la idoneidad de hacer una evaluación más precisa.
Mucho se habla del “Dr. Google” con ironía, y muuuuy poco se habla de que hemos dejado de buscar síntomas físicos en la red para buscar diagnósticos en salud mental…
¿Por qué debemos tener cautela al nombrar o señalar “depresiones” a la ligera?
Desde el desconocimiento y/o la superficialidad desde la que tenemos acceso a muchas temáticas, se etiquetan formas de ser, hacer o sentir bajo el concepto “depresión”, además de (en muchas ocasiones) con un torpe acercamiento verbal y empático al mismo. La suma de lo anterior genera una serie de connotaciones negativas asociadas a dicha patología, seguro que te suenan: “La depresión la sufren los débiles”, “Ponte a trabajar y verás como se te pasan las tonterías” o “Eso pasó hace mucho, deja de darle vueltas”. Se trata de mensajes tan inapropiados como dañinos.
Entonces… ¿cualquier conducta o sentimiento que no esté en la línea de lo considerado ideal es depresión? y además, ¿la depresión es culpa del que la padece?
Estas son las conclusiones a las que llegaríamos si comprásemos determinado discurso. Discurso en el que se asocia la depresión a debilidad, vergüenza, culpa, dejadez… aspectos todos dependientes única y exclusivamente de la persona que lo padece y en negativo, con lo que dejan al individuo aún más frustrado y “sin opciones”. Dejan a la persona mucho más lejos de la recuperación.
Como apunte: ¡tenemos que hacer a la persona que está atravesando un mal momento responsable de su presente y futuro, en ningún caso culpable de su pasado y de las consecuencias que en el hoy hayan derivado!
Entonces, ¿cómo se si tengo depresión?
Te invito a leer si quieres información más técnica y concreta. Pero ahora vamos a centrarnos en aspectos sintomáticos habitualmente inadvertidos y frecuentemente mal juzgados
A pesar de lo más o menos llamativos que puedan resultarte, trata de visualizar uno a uno en un una rutina completamente normalizada de un adolescente o adulto que, además, consideramos total o medianamente funcional en sus quehaceres diarios. De lo contrario, volveríamos a caer en el error de tener un perfil depresivo al uso y descartar un sinfín de posibles alertas enmascaradas.
- Consumo excesivo de horas detrás de una pantalla (videojuegos, series…)
- Desatención al propio autocuidado en aspectos que van más allá de la pura apariencia física
- Un día a día percibido “normal” y en la línea de lo esperado con la condición de ser un día a día completamente automatizado y robotizado
- Necesidad excesiva de dormir o agotamiento extremo
- En las interacciones sociales, dificultad a la hora asumir un rol “protagonista” y de compartir las propias vivencias. No debiéndose a timidez si no a carecer de experiencias vividas con ilusión y “dignas de compartir”
- Irritabilidad o explosiones de ira ante los pequeños displaceres o momentos de estrés
- Exceso de horas volcadas en el trabajo
- Consumo mayor al habitual (no siempre el universalmente establecido como abuso o adicción) de alcohol u otras sustancias
- Sentimientos constantes (posiblemente ocultos a los demás) de culpa, responsabilidad inapropiada, vergüenza, inutilidad…
- Sobrecompensación del estado privado tras una fachada de alegría y felicidad desbordante
- Estar excesivamente volcados en el otro, evitando las preguntas o necesidades autorreferenciales y derivando constantemente el foco de atención y su energía a la satisfacción de los demás
- Aislamiento enmascarado de actividad. Es decir, tras los encuentros sociales o actividades que les dotan de un día a día de total “normalidad”, se encuentran verdaderos episodios de soledad y encierro, a veces con hobbies en los límites del hogar y en otras simplemente en la cama, en silencio.
¿Existen factores que pueden favorecerla?
Así es, existen factores de riesgo que pueden favorecer un estado depresivo en relación a otras variables:
- Escasa o nula red de apoyo
- Historial de numerosos eventos traumáticos
- Dificultades económicas o, en el polo opuesto, tener “todo y de todo” a fácil alcance
- Cambios vitales normativos pero con una frecuencia muy por encima de la habitual (mudanzas, cambios de trabajo…)
- Familiares con problemas emocionales
- Rodearte de un contexto y clima de tensión y alerta
Ahora que has llegado hasta aquí, simplemente decirte: si más allá de ir marcando asteriscos en criterios que cumples y otros que descartas por completo, esta lectura te ha dejado cierta sensación de incomodidad o “mal cuerpo”, te invito a que acudas a un profesional y cerciorando o descartando tal diagnóstico, pulas lo que sea que te haya sobreactivado.
Y recuerda: la depresión tiene salida, no es tu culpa, pero a partir de ahora has de asumir la responsabilidad para que más pronto que tarde esto quede atrás.