¿Qué es la ira?
El enfado es una emoción primaria cuya función radica en la autoprotección y defensa. Se activa en nuestro organismo de forma automática ante estímulos externos (personas, situaciones…) o internos (sensaciones y pensamientos) que, de alguna forma, percibimos como amenazantes con respecto a los propios objetivos, intereses, bienestar o supervivencia en sí misma.
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¿Para que sirve la ira?
Entre sus funciones más explícitas radica la protección física y psicológica frente a todo tipo de agresiones, de esta forma la necesitamos para:
- Defender ideales y valores
- Frenar posibles obstáculos a nuestros deseos y necesidades
- Protegernos de situaciones o personas dañinas
- Poner límites
En definitiva, a continuar por el camino de vida elegido con la mayor probabilidad de éxito posible.
¿De qué formas expresamos el enfado?
La ira mantiene una estrecha relación con otra emoción básica: el miedo
En un primer momento se activará el miedo para avisarnos de que algo mal y, acto seguido, el circuito de la ira se pone en marcha para cargarse de energía y reaccionar.
De este modo, cabría esperar que a mayor temor frente una situación o persona, más energía para salir adelante de la misma. En esta respuesta defensiva tenemos dos reacciones de intensidad creciente:
- Defensa mediante la puesta en marcha de límites
- Defensa mediante estrategias de ataque y más violentas
De alguna forma seria algo así como: ¿te defiendes “poniendo el caparazón” o te defiendes “sacando las garras”?
¿Cómo puedo asegurarme de estar regulando bien mi enfado?
En la primera de las opciones, “la defensa mediante el caparazón” la comunicación asertiva es fundamental para llegar a buen término. Algunas ideas que te pueden ayudar a lidiar con estos tensos o incómodos momentos son:
- Detente unos segundos a valorar qué es exactamente lo que te está molestando
- Evita reaccionar de forma impulsiva y generalizada
- Hazle saber al otro cómo te estás sintiendo. Ojo con frases culpabilizantes del tipo: “tú me has minusvalorado”, para emitirlas poniendo el foco en uno mismo y el hecho en cuestión: “que mencionaras eso me ha hecho sentir inútil”
- Expón la necesidad que tendrías al respecto. Y mucho cuidado, exponer no es exigir
- Puedes también elegir poner distancia temporal con lo que haya ocurrido, o cesar de raíz y de forma definitiva la relación con el acontecimiento o persona en cuestión
- En función de lo importante que la persona o personas implicadas sean para ti, este distanciamiento temporal debería ser comunicado, probabilizando así un espacio de tranquilidad real que el otro debe respetar y atendiendo de forma útil este espacio y no como un castigo que dañe más al otro y a la relación
- Elegir irme. Cuando una y otra vez la relación con una persona o circunstancia se basa en tensión y malestar, y los diversos intentos de mejora no fructifican, asume los mandos y aléjate de ahí
- Aprender qué batallas merecen ser batalladas y cuáles es mejor dejar ir. Una discusión no tiene que acabar siempre en acuerdo, tiene que acabar en el respeto hacia el otro y en el aprendizaje de formas a futuro
Todo lo anterior son pautas combinables y modificables en función de la gravedad de los hechos, de las consecuencias negativas en uno mismo y de la importancia de la relación con las personas implicadas.
La alternativa “defensa sacando las garras” se trata de una alternativa violenta. En ese caso, única y exclusivamente será útil cuando la situación sea de extrema gravedad en tanto que el otro ha puesto en riesgo la propia integridad física. Ésta nunca será una alternativa saludable de forma proactiva o como defensa hacia ataques psicológicos. De nuevo y ante la gravedad de un ataque psicológico, la única vía útil es “el caparazón permanente” o lo que es lo mismo: cesar la relación de raíz.
¿Cuándo podemos hablar de una deficiente gestión de la ira?
El enfado y sus emociones consiguientes se convierten en un problema cuando:
- La experimentas con más frecuencia de lo habitual: en más de una ocasión has escuchado comentarios como “no se puede hablar contigo” o “siempre estás igual”
- La intensidad es notable tanto para ti como para otros. Algunas pistas de esto es que tras el hecho empiezas a sentirte avergonzado o culpable, dándole vueltas a qué ha pasado y dándote razones de calma; o con mensajes externos “no te pongas así que no es para tanto”.
- Te quedas enganchado en el mismo durante horas, incluso encendiéndote cada vez más sólo contigo y tus pensamientos al respecto
- La utilizas como medio para conseguir tus objetivos, desde la imposición frente al otro
¿Por qué no logro controlarme? Causas
Un correcto análisis de las propias circunstancias en las que se dan dichas explosiones, así como su función y conocer el momento en el que comenzaron será fundamental para responder a esta pregunta. No obstante, entre las principales causas encontramos:
- Aprendizaje disfuncional dentro del propio contexto: entornos problemáticos tanto familiares como sociales
- Una interpretación errónea de acontecimientos o palabras, donde heridas personales tienden a absorber, como si fueran un imán, cualquier hecho para analizarlo bajo su propio filtro como por ejemplo, sentir que todo lo que ocurre tiene que ver con “se aprovechan de mí”
- Ausencia de control de impulsos. Ser una persona entrenada en el cortoplacismo o, lo que es lo mismo, tener una muy baja tolerancia al malestar por lo que rápidamente reaccionas a éste
- Baja tolerancia a la frustración. Estar poco entrenados en la no consecución inmediata de los propios objetivos e intereses, lo que me lleva a tratar de alcanzarlos a cualquier precio
- Rigidez cognitiva. Dar por hecho que tu forma de pensar, sentir y actuar es la correcta, con lo que no se acepta absolutamente nada que difiera de la misma
- Actitud de superioridad. Tener un patrón de personalidad tendente a sentir que las propias necesidades y derechos están por encima de las de otros
- Miedo excesivo a sentirme atacado física o psicológicamente. Principalmente se da con respecto a la segunda, a una sensación de vulnerabilidad psicológica frente a otros y el “marcar territorio” o límites de forma desmesurada y poco ajustada
- Déficits en la interpretación y gestión de otras emociones. En muchas ocasiones, se reacciona con ira ante hechos que lo que suscitan es tristeza, nervios, vergüenza…
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Trastorno explosivo intermitente
A nivel clínico, el cuadro que enmarca todo lo anterior es el Trastorno Explosivo Intermitente, comúnmente conocido como “ataques de ira”.
Éste engloba una combinación de síntomas recogidos en los párrafos anteriores, más concretamente y si quieres saber si te acercas o directamente te sientes totalmente identificado con esto como para poder atajarlo y ponerte en marcha:
A nivel fisiológico
- Aumento de energía
- Hormigueo en extremidades
- Temblores
- Presión y dolor mandibular
- Palpitaciones
- Opresión en el pecho
- Tensión muscular
A nivel cognitivo
- Te sientes irritable, todo lo que te dicen te altera
- Pensamientos acelerados cargados de rencor, odio e insatisfacción
- Discusiones imaginadas y anticipación o rememoración de situaciones “injustas”
A nivel motor
- Discursos penalizantes hacia terceras personas
- Discusiones acaloradas
- Gritos
- Faltas de respeto, insultos y minusvaloraciones a otras formas de ser, pensar y actuar
- Agresiones físicas, desde empujones o bofetadas a otro tipo de agresiones
- Ira hacia objetos (puñetazos a paredes, mesas, lanzar objetos…)
- Amenazas explicitas e implícitas
La combinación de síntomas es tan amplia como personas hay en el mundo, y esto se debe a las propias características personales y al contexto en el que te muevas. Además, tras estos episodios es probable que sientas una descarga de energía e incluso alivio para, tras unos momentos, tornar en culpa y sensaciones vergonzantes.
Otros trastornos asociados
Existen una serie de patologías cuya sintomatología engloba características similares y un importante déficit en la gestión de la ira, a pesar de no ser el núcleo del trastorno emocional:
- TDAH: en relación a la frustración e incapacidad de gestión de la misma y de tolerar resultados a medio o largo plazo
- Trastorno Bipolar: en las fases de euforia y el aumento de la probabilidad de generar o verse inmerso en diversos conflictos
- Trastorno Límite de la Personalidad: en relación a la fase de devaluación o sentimiento de abandono profundo y la necesidad de permanencia del otro
- TEPT: ante estímulos que activen reacciones defensivas asociadas a un hecho traumático
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Consecuencias de la ira
Los ataques de ira son uno de los síntomas más conflictivos y penalizados socialmente por su repercusión en la vida pública de quien los padece, entre las numerosas consecuencias que conlleva destacan:
- Alteración en tus relaciones sociales y red de apoyo
- Problemas en el entorno familiar y relación de pareja
- Dificultades y penalizaciones en el área laboral
- Alteraciones en el estado de ánimo
- Problemas de abuso de sustancias
- Autolesiones
- Somatización y gestación de enfermedades a nivel físico
Tratamiento para gestionar la ira
Si te sientes identificado con lo anterior y deseas comenzar a recuperar tu vida sin todas estas complicaciones que “te superan”, podemos trabajarlo.
Analizaremos conjuntamente cuáles son las variables personales y ambientales de estas reacciones, así como cuáles son las causas precipitantes actuales. Posteriormente, llevaremos un exhaustivo entrenamiento en herramientas a todos los niveles que te ayuden no sólo a reaccionar mejor, si no a sentir con menor intensidad o con una intensidad ajustada esa ira.
En paralelo y si estas reacciones están conectadas a experiencias de violencia y/o traumáticas pasadas, trabajaremos desde EMDR para que el pasado permanezca como parte de tu vida, sanando de tal forma que no afecte o boicotee este presente.
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